Tiempo, Stress y Filosofía
Dos de los aspectos que más marcan nuestra época son el cambio y el ritmo del cambio. Yo me planteo la pregunta que mucha gente se hace, especialistas incluidos, y esta es: si ¿el ser humano está adecuadamente preparado para absorber ese ritmo?.
Vivimos en una sociedad con muchas amenazas constantes, con avances tecnológicos cada vez más veloces, donde la productividad es la base del desarrollo del capitalismo, es decir en un mundo donde se da prioridad a los logros económicos ante los logros espirituales. Es por esta razón que es importante tratar temas como el stress, esto a su vez esta relacionado a la manera en como aprovechamos el tiempo y en la formación de una filosofía de vida auténtica.
Conocer un poco acerca del Stress y su manejo en nuestra vida diaria, involucra no sólo realizar actividades recreativas, divertidas y manejar algunas técnicas corporales, sino también aprender a conocernos y aceptarnos a nosotros mismos con nuestras fortalezas y debilidades, así como a los demás; y al mismo tiempo fortalecer nuestra autoestima positivamente, lo cual nos otorga mayor seguridad para enfrentar nuevas experiencias.
El Stress es definido como la respuesta inespecífica del organismo ante cualquier exigencia sea provocada por condiciones agradables o desagradables. Es inespecífica porque ocurre en forma similar ante estímulos muy diversos. Hay un conjunto de reacciones involuntarias, fisiológicas y emocionales ante situaciones donde nos sentimos en conflicto o amenazados más allá de nuestra capacidad de resistencia.
El concepto de Stress, expresado de distintas maneras, es tan antiguo como el hombre mismo, quien en la lucha por la supervivencia, pudo notar que los distintos tipos de exigencias, le provocaban la misma movilización de energías y sensación de esfuerzo. La alarma, es un estado donde se tiende a dar una respuesta inmediata a la exigencia, ya sea escapando o enfrentándola. Pero cuando ni el escape ni la eliminación del factor impactante eran posibles, se daba la adaptación del organismo, hasta lograr un equilibrio.
En la prehistoria, como en nuestro mundo moderno, el stress se mantiene aún en ausencia de los estímulos externos. Uno puede irse de vacaciones a un lugar tranquilo, y sigue víctima de sus diálogos internos, de autoexigencia, persecución y reproche.
Las investigaciones sobre el Stress en los últimos años han demostrado que ya no puede enfocarse como un estado anormal, patológico, surgido de condiciones extremas; si no más bien como una serie de respuestas fisiológicas ante las exigencias, que pueden quedar perfectamente dentro de límites normales y ser inclusive canalizadas dentro de nuestro beneficio.
Todos estamos estresados en diverso grado en nuestra vida diaria, pero no por eso estaremos todos enfermos o alterados por ello. Desde siempre el ser humano se ha preocupado por la propia identidad. Preguntas como: “¿Quién soy yo? o ¿Cómo soy yo?, Han sido de gran interés ya en la filosofía griega antigua y en la teología y siguen actualmente ocupando en la filosofía y en otras disciplinas como por ejemplo la antropología filosófica.
El dominio del stress es una filosofía de vida. El sentido común y la propia experiencia de vida contribuyen a dominar el stress: aprender a distinguir entre los acontecimientos y las situaciones sobre los que podemos y queremos influir y aquellos que se encuentran fuera de nuestro ámbito de influencia.
Tolerancia, flexibilidad y capacidad de adaptación. Aceptar los cambios, reconocer que existen diversos caminos que conducen a la meta. Pensar sin abrumarse, aceptar todo con una mayor franqueza son condiciones indispensables para subsistir en nuestro mundo globalizado.
Una división eficiente del tiempo es un elemento orientador esencial para dominar el stress. Al planificar el curso del día es esencial establecer prioridades. Es importante estimar el tiempo requerido por diversas tareas. Para no sobrecargarse, es necesario aprender a decir que no. Determinadas tareas pueden y deben delegarse, pero al planificar el tiempo no nos debemos olvidar de nosotros mismos y nuestra interacción recreativa para con los demás seres que comparten nuestro entorno, ya sea académico familiar o laboral. . Siempre se debe reservar un espacio de tiempo para uno mismo, para reflexionar y lograr hacer un autoanálisis que nos permita darnos cuenta de nuestra situación real en el mundo, y así poder llenarnos de energías positivas y seguir adelante en nuestro rumbo por la vida.
En síntesis, es importante saber que el estrés es la suma de tensiones mentales y físicas a que nos somete cada una de las circunstancias de nuestra vida –desde el nacimiento hasta la muerte-, obligándonos a reaccionar de alguna manera, ya sea que dichas circunstancias representen hechos deseables y beneficiosos o indeseables y perjudiciales. Cuando esas reacciones o respuestas resultan insuficientes o inadecuadas, las tensiones que las generaron no son completamente neutralizadas, completamente dispersadas, y van acumulándose como un sedimento, como una verdadera sobrecarga que termina obrando negativamente y con distintos grados de intensidad e importancia sobre nuestra salud orgánica y/o psíquica.
Puede decirse, entonces, que el stress perjudicial se manifiesta cuando queda alterado el equilibrio de la relación: cantidad de tensión < > calidad de respuesta.
Entonces el primer paso para lograr un equilibrio, es la planificación de nuestro tiempo en el mundo, ya que la vida es una sola y el tiempo no se debe desperdiciar, una ver que exista cierto orden en nuestra vida, y de que las prioridades queden establecidas, debe constituirse una filosofía de vida, pero que sea de manera constructiva y por etapas y con una intención real donde la voluntad de cada uno tenga una metas a largo plazo, pero que estas metas no estén supeditadas simplemente a los logros económicos o académicos, sino a un crecimiento humanístico, ético que forme el espíritu, y nos preparen a su vez a los retos que nos plantea la aldea global en la que la humanidad se desenvuelve.
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