lunes, noviembre 25


No los hago esperar más...
Historias Subrepticias Parte II

Ella ya no lo esperaba y sin embargo José Luis regresó, hacía muchas semanas que no lo veía, sin embargo él seguía en la misma situación, pero al menos lo vio y sintió que se preocupaba, a decir verdad no le importaba que alguien se preocupara sobre todo cuando ya no brillaba en su mirada perdida, ninguna chispa de interés desde que se fuera lejos el amor de su vida, aunque claro seguía viviendo, presa de una nostalgia, pero resuelta a soportar estoicamente la vida que le llevaba por delante innumerables días iguales.
Hacía unos cuantos días habían intentado asaltar su casa, la familia había tomado medidas extremas. Era tanta su desconfianza que hasta en sueños y pesadillas llegó a pensar que José Luis era un ladrón y es que no lo conocía bien, pero su desconfianza en exceso apabullante era vista por ella como algo natural. El resguardo del escuadrón de perros se había incrementado, la seguridad en las puertas y en general se vivía una situación de incertidumbre, pues así era diciembre en la capital, así pasaba lleno de peligrosidad, en la universidad, en el bus, en la casa, la seguridad era algo que se alejaba, pero ahora ya no tenía ninguna protección afectiva, era verdad hacía tiempo que no sentía resguardada, un aura de autosuficiencia pueril a veces la embargaba. Pero supo cruzar lenta y penosamente el umbral de la indiferencia y ahora casi se había vuelto de piedra. Las amigas la habían acusado de extremista, de extraña y distante le habían dicho “haces un drama de tu vida” y de hipersensible que era ahora ya no quería ni hablar de ella misma, esa situación preocupaba a quienes la rodeaban, pero así ellos lo habían pedido, ella se había decidido a enterrar la parte sensible que tenía dentro, cuando José Luis volvió y ciertamente ya las cosas se habían vuelto grises, él la veía como otra cosa, ella sólo como amigo, su corazón estaba ocupado desde hacía ya seis años y así se quedó, sellado, no dejando salir a quien estaba dentro ni permitiendo entrar a un hombre nuevo.
Siendo un día caluroso se pudo su vestido verde y salió en búsqueda del buzón, a depositar una carta a la persona correcta pero con la dirección errada, siempre cambiaba de oficina de correo para que su fraude no fuera descubierto, y claro las cartas siempre le eran devueltas, pero se hacía ilusión de que algún día la equivocación adrede se convirtiera en certeza circunstancial. Y tenía 12 minutos para terminar su lectura acerca de una obra literaria de esas que tanto le gustaban. La leyó y se fue a la orilla de la playa, sintiendo su pelo al viento y la brisa marina de la tarde hasta que después de observar el ocaso, fue a la heladería más cercana por un helado de fresa, el cual comió, hasta que llamaron a su móvil, era una amiga pidiéndole un informe acerca de un curso, la verdad ella le hacia favores a todo el mundo era responsable y considerada, pero estaba empezando a pensar que eso que hacía no servía de nada y es que no era valorada, pues solo la utilizaban, tal vez ella en años anteriores no se había preocupado por estrechar los lazos de amistad pero sí por aprender mucho ocupando todo su tiempo, para salir así de la mediocridad. Pero lo que la aterraba no era su origen incierto, sino la frase dicha hace mucho por otra amiga a la que estimaba pero la había herido profunda y de manera sombría “siempre siembras lo que cosechas, y es que los libros que has leído no te han servido para nada, si pues eres correcta, pero y que tal las relaciones humanas, que tal un calor real ¿por qué no has logrado esa meta como todas las demás?”, La verdad dolía constante y fría y era hora de que empezara a salir de su burbuja de cristal. Ella no quería la depresión le gustaba y se había acostumbrado a ese animo nublado. Lo único que no había muerto en ella era su animo literario, ese era su ultimo refugio de sensibilidad desde que decidido encerrarse en sí misma.
Así ya en la noche se dispuso a terminar urgentemente un ensayo sobre la problemática nacional que le habían encomendado, se quedo hasta el amanecer consultando las fuentes diversas de sus referencias a autores políticos nacionales y de teóricos de renombre internacional, amaneció y corrió a dormir un poco. Se despertó, por su llegada inesperada. Fue a recibirlo a la entrada, en el jardín conversaron y luego en la puerta ya a la hora de despedirse él la vio desmejorada, y le dijo que su situación seguía igual, claro el desempleo en el país era un agravante más, y ella desde que trabajaba y estudiaba el tiempo más apreciaba. José Luis le dijo que le gustaría poder volver otra vez salir a correr, ella dijo para si misma, si un poco de ejercicio no me vendría mal, y luego le respondió afirmativamente y quedaron para dentro de dos días, ella estaba cansada pero su mirada transmitía una ternura que no podía evitar. Sus ojos decían ya lo que su carácter no se atrevía a expresar, así lo entendió José Luis y le dijo “no te deprimas, tu puedes ánimo”, tomándole de la mano de manera sincera y descuidada como un amigo interesado verdaderamente y al ver ella esa acción retiró su mano de inmediato tratando de no ser ofensiva, y en eso llegó una visita y se tuvo que despedir de inmediato... fue una suerte esa llegada, pues ese contacto le causo gran incomodidad para su auto barrera impuesta como pieza clave.
Pero se quedó pensando en todo eso, con una sonrisa febril y rebelde pero tan fantasiosa como un hado, pensó que a estas alturas ya no era posible creer en nada.

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